El recuerdo todos aquellos que han devenido en Santos.
Llegamos a uno de esos “meses absurdos”, al tratarse del undécimo mes del año aunque, por nombre, debería ser el noveno. Las maravillas de la historia y sus avances, sumados a la necesidad imperiosa que siente el ser humano por medir el tiempo, dan lugar a estas curiosidades.
Sin embargo, no hemos venido hoy a hablar de calendarios. Hoy venimos a hablar de homenajes: el año pasado homenajeamos (o al menos lo intentamos) a todos los trabajadores de nuestro sector en el Día de Acción de Gracias y este año pretendemos hacer lo mismo con todos aquellos que nos hayan dejado, pues para eso tenemos el Día de Todos los Santos.
Sinceramente, quien esto escribe no es un gran devoto de esta fecha. En primer lugar, porque cualquier día es bueno para recordar a nuestros seres queridos, no necesitamos una fecha concreta para ello.
Además, la forma en que vivimos en España este día, tan triste y lúgubre en comparación a otros países o culturas, hace de él un día poco disfrutable y aún menos para la gente joven. Observad que, siendo un día festivo (y mira que nos gustan en este país las fiestas) no solemos prestarle tanta atención como a otros ni encontramos el mismo bullicio en las calles.
Por supuesto que es un día triste y de mucha emoción, pero mejor recordar con alegría a nuestros seres queridos y no con esas caras, lloros y rezos. No pretendo, faltaría más, decirle a nadie cómo tiene que vivir este día, pero personalmente preferiría que me recordaran brindando con una (y más, si es posible) copa de vino, cantando y con una copiosa comida en la mesa, que no en una iglesia donde el vino se lo bebe precisamente el único que no me conoce.
Está claro que frente a Halloween, el día de Todos los Santos tiene todas las de perder. Nadie me podrá acusar de no defender el producto y las festividades patrias, pero al César lo que es del César… Entre disfrazarse, jugar a truco o trato, kilos de chucherías y caramelos y salir de fiesta, o, por el contrario ir con la familia al cementerio ¿cómo no van a elegir los jóvenes a la maldita calabaza? No hay color.
Eso sí, hay algo que nunca, nadie, nos podrá quitar. Podremos tener una festividad amarga, pero los postres más dulces. Y esto es, precisamente, lo que marca la diferencia.
Pareciera que necesitásemos ese extra de azúcar para animarnos durante tan triste día, y hay que aprovecharlo: huesos de santo, buñuelos de viento, panellets, pestiños… Son de esos dulces, como las torrijas, que uno nunca se cansa de comer. Si además podemos acompañarlos de vino (en este caso uno semidulce como El Marido de mi Amiga) y un brindis en el que se pronuncien sinceras palabras y bonitos recuerdos sobre aquellos que ya no están, habremos logrado un gran homenaje.
Como dice la leyenda que aparece en las puertas de la muralla de Laguardia: «paz a los que llegan, salud a los que habitan y felicidad a los que marchan». Desde Vallobera solo nos queda añadir que disfrutéis de los seres queridos que aún os rodean y guardéis buenos recuerdos de ellos, pues es a esa memoria a la que recurriremos en el futuro cuando echemos de menos su presencia y consejos, así que Carpe Diem y disfrutemos del esta festividad de Todos Los Santos con una mezcla de tristeza y alegría alimentada de buenos momentos.
¡Un brindis por todos aquellos que no están! Para que nos esperen sin prisa, pero con los brazos abiertos el día que nosotros lleguemos.
PD: aprovecho aquí, aunque no sea postre típico de esta época, para pedir que la torrija sea nombrada Bien Inmaterial Cultural de la Humanidad, Hall of Fame, Reserva de la Biosfera y hasta Nobel de la Paz. Qué prodigio de postre, qué maravilla de receta y qué ricura de sabor.