Tiempo de fermentación, ese mágico misterio…
Entrado y casi finalizado ya el complicado mes de octubre, con la vendimia concluida en muchos lugares o a punto de hacerlo, todas las atenciones del mundo del vino se centran ahora en bodega. Atrás quedaron los tediosos muestreos del viñedo, de consultar casi obsesivamente las previsiones meteorológicas, de decidir qué día vendimiar y hasta cuándo esperar… Pero ahora, todo nuestro esfuerzo está enfocado en terminar correctamente la fermentación de nuestros diferentes vinos. Cada cual con sus peculiaridades y complicaciones.
Y en esas nos encontramos, atentos a todos los depósitos para evitar posibles problemas (que siempre aparecen, así que más vale prevenir que curar, aplicable esta máxima tanto a la salud del ser humano como a la salud de los vinos) mientras veíamos cómo se acercaba, lenta pero inexorablemente, el día del Pilar, tan veraniego este año. Un día en el que, tradicionalmente, muchos viticultores sentían cierto hormigueo urgente y comenzaban a vendimiar (y aprovecharse ligeramente de amigos y familiares para realizar el trabajo durante este día festivo).
Actualmente, bien entrado ya el siglo XXI y con un calentamiento global mediante, hace meses ya del inicio y, como decíamos, muchos habrán terminado ya.
«Todos los años igual y todos los años diferente». Podría ser una frase de algún filósofo reconocido o incluso aparecer en libro de autoayuda para mejorar la existencia. Pero no. O quizá sí, pero tampoco lo hemos considerado suficientemente importante como para comprobarlo. Eso sí, refleja a las mil maravillas lo que ocurre en un sector tan dependiente del clima como el nuestro.
Todos los agricultores, independientemente del cultivo, sabrán de lo que hablamos. En nuestro sector, cada año tras año se repiten las mismas tareas (la poda invernal, la espergura primaveral, el deslíete veraniego, la vendimia otoñal, el labrado del suelo cada cierto tiempo…) pero no siempre se realizan de la misma manera o en el mismo momento. E, incluso, debemos abandonar ciertas costumbres adquiridas debido al clima tan cambiante y extremo que sufrimos últimamente y ser más flexibles para llevar a cabo esas tareas mencionadas.
Año tras año deberemos ser capaces de adaptarnos a las condiciones climáticas variantes que nos tocan y, aunque pareciera que quien tira los dados del clima lo hace últimamente con poco acierto, obtener la mejor materia prima posible para elaborar esos grandes vinos por los que nuestra denominación de origen ha sido famosa en el mundo entero y debería seguir siéndolo.
Para nosotros, además de todo esto, es condición sine qua non conservar el «estilo Vallobera» de nuestros vinos. Un encaje de bolillos complicado, pero tremendamente bonito y donde se puede apreciar el gran trabajo que realizan los enólogos y el personal de bodega.
Mención aparte merecen también aquellos vinos que, independientemente de la añada, procedan de una fría o cálida, húmeda o seca, excelente o casi excelente (recordad que en ninguna denominación de origen, a nivel mundial, existen malas añadas) resultan idénticos año tras año.
Esos famosos invernaderos de Almería parecen haberse transportado hasta zonas vitícolas y, en un ejercicio de prestidigitación prodigioso, desaparecer ante nuestros ojos. El gran Houdini y Harry Potter estarían orgullosos de ello. Pero el común de los mortales, es decir, todos aquellos «muggles» cuyos ojos no pueden observar esos plásticos enormes plantados en medio del campo protegiendo a nuestras viñas, nos preguntamos: ¿cómo es esto posible? El grandísimo Freddy Mercury tenía la respuesta: it´s a kind of magic!
PD: ya perdonarán los lectores el ejemplo de los magos, pero hemos optado por incluir uno clásico y otro moderno para que todos puedan entender que la vida, sin magia e ilusión, es más aburrida… pero también más verdadera. Cada año igual, pero diferente. Cada año llega octubre y siempre nos preguntaremos si es verano u otoño…