Los tambores preparados para celebrar San Prudencio
Estamos a punto de finalizar abril. Con el viñedo floreciendo, la alergia comenzando a causar estragos entre la población y una falta de lluvia abrumadora para el afamado mes de las «aguas mil», todos miramos al cielo deseando ver caer esa agua que tanta falta nos hace en el campo y fuera de él, puesto que «El agua es vida».
Así nos encontramos, con pocas diferencias, en toda España. Sin embargo, los alaveses (y najeranos también) tenemos esperanzas en que nuestro «truco» funcione y riegue el campo con abundante agua, tan necesaria a medida que las temperaturas vayan subiendo y las reservas hídricas disminuyendo.
Ese truco tiene nombre propio: San Prudencio, cariñosamente apodado como “el Meón”, debido a la lluvia que suele caer durante el día de su celebración, el 28 de abril.
No es el objetivo de este artículo describir con pelos y señales las vivencias de nuestro patrón, pero nunca está de más conocer, aunque sea brevemente, los hechos históricos que propiciaron las tradiciones de hoy en día. Vaya, saber de dónde venimos.
- La historia de su vida
- No está totalmente clara: nace en Armentia (aldea hoy en día absorbida por la ciudad de Vitoria y donde se realiza actualmente la peregrinación al santo), y vivió entre los siglos IV y VI. Residió en Armentia durante 15 años, trasladándose posteriormente a las cercanías de Soria. Allí permaneció con su maestro durante 7 años, y predicó también en Calahorra.
- La fama
- Sin embargo, la notoriedad obtenida por sus curaciones milagrosas le hizo marcharse a Tarazona, donde comenzando como clérigo en la catedral llegó a ser obispo. Falleció en Burgo de Osma, y la leyenda de su lugar de entierro es digna de mención por original: al fenecer fuera de su diócesis y debido a su fama, existían intereses a la hora de enterrar su cuerpo (ya saben que, en aquellos y estos días, un muerto famoso es sinónimo de dinero para el lugar de enterramiento). Como no debían ponerse de acuerdo, decidieron poner al santo en el caballo que utilizaba en vida (o mula) y dejarlo marchar.
- La leyenda
- Según cuenta la tradición, la acémila cargada con el cuerpo de Prudencio tras dos días de camino llegó hasta una cueva en la ladera del monte Laturce (en los aledaños del riojano pueblo de Clavijo, famoso por otra leyenda que, en esta ocasión, no viene al caso), donde paró. Allí fue enterrado y se levantó una iglesia dedicada a San Vicente. Posteriormente, pasó a llamarse de San Prudencio. En la actualidad, esta pequeña joya patrimonial se haya casi en ruinas, lo que viene a corroborar el escaso interés que mostramos por nuestro patrimonio.
Como patrón de Álava, y siendo nosotros alaveses (ruego me perdonen los najeranos, pero desconozco las costumbres para con el Santo en su ciudad, aunque agradeceremos comentarios sobre ello) tenemos una serie de tradiciones que pasaremos a comentar, eso sí, centrándonos únicamente en las costumbres gastronómicas, que para ello somos una bodega y no una cofradía (ya saben, “al César lo que es del César…).
Son concretamente dos productos los que principalmente (también es costumbre el talo o las rosquillas) se asocian a este día: perretxicos (un tipo de seta pequeña y muy sabrosa) y caracoles (normalmente guisados con tomate, chorizo, tocino, ligero picante…). Productos ambos de sabor intenso, no aptos para todos los paladares, pero exquisitos si son bien elaborados… y perfectos para acompañarlos de nuestros vinos: prueben un revuelto de perretxicos con nuestro Vallobera Crianza (o, si son más atrevidos, con nuestro Caudalía) y los caracoles con nuestro Finca Vallobera, y ya verán cómo mejora el día, llueva o no llueva.
Por último, un recordatorio directo al Santo: lo que necesitamos es lluvia, y no otra helada como la de 2017. Solo agua, gracias… y buen vino para acompañar nuestra gran gastronomía. ¡Salud!
PD: A cuento del cariñoso (pero poco agradecido) mote, la lluvia que le hace merecedor de tal apodo no es tan abundante como creemos los alaveses. Si observamos los datos meteorológicos, podemos comprobar que es menos lluvioso de lo que la leyenda dice.